El personaje que interpreta Elena Anaya, Vera, es el motor de la narración que hace al espectador avanzar en la historia guiándole por cada una de las tramas. Es una mujer fuerte, una superviviente de su propia vida. Vera hipnotiza con su escultural figura, sus gestos y miradas frente a la cámara.
Por otro lado, los colores y objetos elegidos para cada una de las secuencias están meditados y escogidos con precisión. Cada plano muestra el encanto almodovariano que transporta al público a otros mundos. La música de Alberto Iglesias hace crecer las imágenes y sobretodo los silencios, que conmueven y transportan a la piel de los personajes, nunca mejor dicho.
Obviamente el humor negro tiene protagonismo en este film. Es paradójico escuchar al espectador reírse en varios momentos de la película, en escenas trágicas desde el punto de vista narrativo. Almodóvar presenta diálogos pícaros en el que deja al público que se relaje y deje de tener los músculos agarrotados. El film genera esa inquietud que hace al espectador querer ver la siguiente secuencia. Se percibe un gran trabajo en la dirección de actores. Parece mentira que el papel de Vera fuera pensado para que lo interpretara Penélope Cruz, porque Elena Anaya lo borda, dejando entrever que casi ha nacido para él. ¡Hay trenes que pasan y no vuelven! Lo que sí espero es que el cine de Almodóvar vuelva, y sobretodo cargado de historias que sorprendan tanto como ‘La Piel que Habito’.
Making off 'La Piel que Habito'

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